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Ciudades reinventadas

ÚBEDA, EL RENACIMIENTO QUE MIRA AL SUR

Úbeda, considerada como uno de los más sensacionales conjuntos renacentistas de Europa, se nos ofrece erguida de palacios y torres para invitarnos a la esplendidez exquisita de un pasado culto y cortesano. Es ésta una ciudad que ha merecido lo más variados calificativos: “Úbeda asombrosa”, “Úbeda reina mora”, “Úbeda recatada”… Pero, sobre todo, Úbeda es una ciudad admirable, incapaz de dejar impasible al más frío y exigente de sus visitantes. 

Esta ciudad jienense asentada en el tramo alto de un Guadalquivir apenas retoño, es una isla de gran riqueza histórica en medio de un mar de olivos. Su privilegiada situación ha hecho que las principales civilizaciones hayan dejado su huella en la ciudad. Cruce de caminos entre el Centro y Andalucía y paso obligado para llegar desde el levante, este emplazamiento estratégico la ha configurado como una de las ciudades intermedias más importantes de Andalucía.

Es asombroso el conjunto de palacios que reflejan el poder y la riqueza de una burguesía y nobleza ubetense que no dudó en contar con los más afamados arquitectos para la construcción de sus residencias, muy al gusto de las nuevas tendencias que comenzaban a imperar en la Italia del siglo XVI. En el extremo sur de la ciudad  se alza una de las plazas más bellas de España, la Plaza Vázquez de Molina. En ella se citan algunos de los monumentos más sobresalientes del Renacimiento: la Sacra Capilla de El Salvador, el Palacio del Deán Ortega, actual Parador de Turismo; el Palacio del Marqués de Mancera; la Iglesia de Santa María de los Reales Alcázares, con fachada renacentista y claustro gótico; la Fuente Renacentista, y el Palacio Juan Vázquez de Molina, también llamado Palacio de la Cadenas actual sede del Ayuntamiento.

Pero, aun con ser la arquitectura renacentista, por su fastuosa y brillante profusión, el rasgo más sobresaliente del urbanismo de Úbeda, no por eso dejan de merecer la máxima atención otras construcciones de estilos bien diferentes. Lejos de romper el perfecto equilibrio ciudadano, airosos volúmenes árabes, góticos o barrocos contribuyen al enriquecimiento del enorme tesoro monumental que nos ofrece esta ciudad en la que se dieron cita las más diversas civilizaciones.

En esta integración radica la prodigiosa fisonomía de Úbeda, en donde cada calle, cada plaza y cada barrio son como células armónicas que configuran un terminado perfecto. En esta ciudad bien acabada como pocas, en la que no hay lugar para las estridencias, la sorpresa está presente en cada esquina. Inesperadamente, al pasear por las múltiples calles de su centro histórico, nos puede aparecer una maravilla arquitectónica, el recuerdo de una leyenda o la sencilla magia de una fachada popular.

Aunque bastante atípica por su fisonomía tan extrañamente cercana al peculiar sabor de las ciudades renacentistas italianas, no se crea que, por ello, Úbeda deja de sentirse profunda e íntimamente andaluza. Sus arraigadas fiestas, sus artesanías milenarias, su sabia gastronomía o la idiosincrasia de sus gentes confirman un patente andalucismo al que jamás renunció esta ciudad, que en otro tiempo fue fronteriza, y cuyo prolongado pasado árabe, común al del resto de los pueblos y ciudades de Andalucía, se presiente y se intuye en muchos de los rincones de su geografía urbana.

Úbeda vivió en los siglos XV y XVl sus días de prosperidad y esplendor de la mano de personajes como Francisco de los Cobos y Andrés de Vandelvira, político uno y arquitecto el otro. Sin ellos no hubiera sido posible que el 3 de julio de 2003 la UNESCO, la declarara Patrimonio Mundial.

 

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